De tanto en tanto, alguna secta pronostica el fin del mundo en alguna
fecha concreta. Éste fue el caso de una secta sueca que en los años 50
pronosticó que el fin del mundo llegaría en Navidad. El investigador
Leon Festinger se interesó por saber qué pasaría con las creencias de
esta secta cuando, al llegar Navidad, no pasara nada y tuvieran que
admitir que su creencia era falsa y estaban equivocados. Al día
siguiente de Navidad, la explicación que recibió fue "Es verdad que el
mundo iba a desaparecer, pero como nosotros hemos visto y aceptado esta
verdad, hemos creído firmemente en ella. Por ello, nuestra fe ha evitado
que el fin del mundo aconteciera". Lo que está claro es que al día
siguiente de Navidad, los miembros de esta secta sabían dos cosas:
primero, que habían creído en el fin del mundo; y segundo, que no había
ocurrido. Por lo tanto, tenían dos pensamientos, es decir, dos
cogniciones, que se contradecían entre sí. A raíz de la explicación que
Festinger le dio a este suceso, surgió la teoría de la disonancia
cognitiva.
El tener conciencia de que estamos afirmando a la vez cosas
contradictorias nos produce malestar, tensión e incomodidad psicológica,
es decir, una disonancia cognitiva. Para solucionarlo buscamos una
salida, una justificación que nos permita recuperar la coherencia
cognitiva, tal y como hizo esta secta en la explicación que dio. Cuanto
mayor es la intensidad de esta disonancia, más energía invertiremos para
eliminarla. Por ejemplo, si el tema nos importa poco, podríamos
simplemente dejar de lado una de las dos y aceptar la otra, pero si nos
importa mucho, podríamos dejar de lado nuestras tareas habituales
para ir a buscar información activamente. La estrategia más habitual
consiste en modificar uno de los elementos contradictorios, el que
resulte más fácil, para eliminar la disonancia o que nos afecte menos.
También, como es el caso de la secta, puede crearse un motivo que dé
sentido a los dos a la vez. En conclusión, la actitud puede modificarse
por factores internos, además de por los factores externos que muestra
la teoría de la comunicación persuasiva.
Profundizando en este tema, Festinger realizó un experimento similar al siguiente:
Pretendemos hacer un debate sobre la intervención de la policía en las
manifestaciones. Para ello, escogemos a diez estudiantes
universitarios que están en contra de la policía y los separamos en dos
grupos de cinco. Uno de
los dos grupos deberá hablar en contra y el otro defender la posición de
la policía, a pesar de que realmente están en contra de ésta. Dentro
del grupo que la defiende, por separadado, a unos les diremos que a
cambio de hablar a favor les vamos a
pagar una gran cantidad (por ejemplo, 200 euros), y a los otros, que no
disponemos de mucho dinero y que
sólo les podemos recompensar con una pequeña cantidad (por ejemplo, 20
euros). Nótese que lo relevante aquí no es el dinero que recibirán, sino
el hecho de que a unos se les da una recompensa importante y a otros
no. El debate se realiza y
obtenemos unos curiosos resultados. Del grupo que ha hablado a favor,
las personas que han recibido la menor recompensa por defender una
postura contraria a la suya, se han visto fuertemente influenciadas y
han cambiado su actitud hacia la policía. En este grupo, tanto para los
bien pagados como para los que no, se ha producido una disonancia
cognitiva. Por un lado, saben que están en contra de la policía, pero
por otro han recurrido a todos los argumentos que han podido
para defenderla, manteniendo dos cogniciones contradictorias. Sin
embargo, los que han recibido una buena paga se
libran fácilmente de la disonancia. Lo atribuyen a una presión externa,
el dinero que han cobrado a cambio, y recuperan su coherencia cognitiva.
Pero los que apenas han cobrado a cambio no pueden recurrir a esa
justificación. Tampoco pueden atribuirlo a una presión externa porque
saben que lo han hecho porque han querido. Por ello, la única solución
que les queda es acercar las dos posturas y asimilarlas, adoptando una
actitud menos negativa hacia la policia.
En conclusión,
disponemos de otra manera de influir en la opinión de la gente y
modificar su actitud. Tan sólo tenemos que hacer que defiendan o hagan
algo que vaya en contra de sus creencias, pero de tal manera que no se
sientan fuertemente presionadas para hacerlo, es decir, que tengan la
impresión de estar haciéndolo libremente. Esto quizá no suene tan
peligroso si no se tiene en cuenta las llamadas sumisiones ínfimas de la
vida cotidiana. Entendemos por sumisión ínfima cualquier situación en
la que decimos o hacemos cosas con las que no estamos del todo de
acuerdo, para evitar sanciones o conseguir beneficios. Mientras
aceptemos estas pequeñas sumisiones "libremente", nuestras creencias
irán cambiando en la dirección marcada por la presión social. Esto
constituye el mecanismo más eficaz de reproducción y mantenimiento del
orden social establecido. Como dice la célebre frase: "Actúa como
piensas o pensarás como actúas".